IGLESIA DE STA. MARÍA LA MAYOR (ss. XIV-XVIII)

IGLESIA DE STA. MARÍA LA MAYOR (ss. XIV-XVIII)

DESCRIPCIÓN

El aspecto actual de la iglesia de Santa María la Mayor es el resultado de más de 700 años de agitada historia, con sus correspondientes modificaciones, destrucciones y rehabilitaciones.

A los pies destaca la portada principal, construida en la ampliación del templo realizada entre 1388 y 1412, que presenta una disposición propia de las iglesias góticas de la Corona de Aragón, con paralelismos en edificios como las catedrales de Huesca o Tarragona. El acceso se remarca mediante una serie de arquivoltas apuntadas y un conjunto iconográfico que se destruyó de forma sistemática en la guerra civil de 1936-1939, si bien ya para entonces se encontraba deteriorado.

Este programa iconográfico incluía una imagen de la Virgen con el Niño en el parteluz, rodeada de los doce apóstoles, cuatro a cada lado en los arranques de las arquivoltas y otros cuatro en el frente de la fachada, estos últimos en parejas y enmarcados por lacerías góticas en relieve. Sobre cada uno de los apóstoles del acceso aparecían sendos doseles, de los que partían tres filas de esculturas de ángeles, obispo y santos, respectivamente, que recorrían las arquivoltas. La imagen actual de la Virgen con el Niño, obra del escultor Antonio Torres Clavero, es posterior a la Guerra Civil.

La torre presenta tres cuerpos diferenciados. El primero corresponde a la obra gótica de principios del siglo XIV, el segundo a las obras llevadas a cabo a partir de 1515 y el tercero se edificó en la segunda mitad del siglo XIX como reconstrucción del campanario, destruido durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840). A los pies de la fachada arranca una escalera monumental, coetánea en su construcción a la portada aunque modificada con posterioridad, que salva el desnivel de acceso a la Peñaza, la elevación natural donde está construida la iglesia, aportando grandiosidad al conjunto.

En el resto del exterior del edificio destacan los volúmenes de los distintos espacios y capillas añadidas a lo largo del tiempo, así como una cabecera de testero plano y muy poco profundo.

En el interior también quedan patentes las destrucciones ocasionadas durante la Guerra Civil, cuando el templo padeció un incendio que duró varios días. La mayor parte del arte mueble (órgano, coro, retablos, imágenes, decoraciones y sepulcros) fueron destruidos, por lo que el templo hubo de reequiparse para el culto una vez finalizada la contienda.

La cubierta de la nave central fue desmantelada y se construyó una nueva en ladrillo y cemento para aligerar el peso, reproduciéndose en piedra los nervios de la bóveda de crucería original.

Es precisamente en las cubiertas de los diferentes espacios del templo donde se conserva uno de sus principales valores estéticos, con ejemplos que van desde la crucería simple de la obra de principios del siglo XIV a las complejas bóvedas de terceletes de finales del siglo XVII, pasando por las elegantes bóvedas floreadas de la intervención de principios del siglo XVI. En este apartado debemos destacar la decoración de la cubierta de la capilla del Santo Cristo, una excelente yesería con motivos geométricos y vegetales cuyo diseño se adapta a la perfección a la bóveda de cañón con lunetos en que se enmarca, y que supone uno de los mejores ejemplos de arte mudéjar de todo el Bajo Aragón.

La evolución del edificio a lo largo del tiempo se aprecia también en su planta. Las sucesivas ampliaciones hacia la zona de la cabecera han generado un espacio a la altura del crucero que contrasta por su amplitud y carácter diáfano con el espacio compartimentado del cuerpo originario de la iglesia, compuesto por una nave central y varios añadidos que generan lo que podríamos identificar como dos naves laterales.

HISTORIA

No existen argumentos sólidos que nos permitan dar validez a la teoría, defendida por algunos autores, de que el origen del templo corresponda a una ermita levantada por San Indalecio en honor de la Virgen del Pilar en el siglo I de nuestra era. La hipótesis actualmente aceptada es que este origen tiene que ver con una mezquita relacionada con el asentamiento musulmán generado al amparo de la fortaleza que se levantó en el solar del actual castillo del Compromiso, hacia el año 716.

Con la conquista cristiana del territorio en 1169, una vez asentados los nuevos pobladores y a medida que fuera aumentando el número de conversos, este templo musulmán debió pasar a ser utilizado como iglesia.

Sería a principios del siglo XIV, cuando la zona ya había perdido su carácter fronterizo y la población había aumentado, cuando se llevarían a cabo las obras para construir un nuevo templo, adaptando estructuras anteriores (planta en rojo). Este templo tendría un carácter sobrio y funcional, dada la disponibilidad limitada de recursos, la incipiente implantación de los planteamientos constructivos del gótico, la influencia de la austeridad decorativa de la orden del Císter (establecida en el cercano monasterio de Rueda) y las necesidades defensivas.

Se trataría, por tanto, de un edificio en el que, a pesar de incorporarse novedades como el uso del arco apuntado, las bóvedas de crucería o las decoraciones por medio de lacerías en las ventanas, el aspecto general sería tendente a la horizontalidad, con importantes contrafuertes y vanos de pequeño tamaño.

Entre 1388 y 1412 se desarrolló la que podemos considerar la segunda fase constructiva del edificio. Esta intervención supuso la creación de un conjunto monumental que incluía la ampliación de la iglesia (planta en azul) y del castillo del bailío, contiguo a la iglesia y donde se había instalado la autoridad de la orden militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, a quien Alfonso II había cedido la villa después de su conquista a los musulmanes. También se incluía la creación de un convento de monjes sanjuanistas en el solar que actualmente ocupa el colegio Compromiso de Caspe.

Las actuaciones partieron de la iniciativa personal de Juan Fernández de Heredia, Gran Maestre de la Orden de San Juan y uno de los personajes históricos más interesantes de todo el siglo XIV en el ámbito mediterráneo, quien eligió Caspe como su lugar de descanso eterno.

La iglesia se amplió reutilizando estructuras anteriores y cerrando espacios entre los contrafuertes exteriores de la nave central, lo que generó una suerte de naves laterales. Además, se derribó el ábside anterior y se construyó un gran crucero, pasando de un modelo de nave única sin crucero a otro de cruz latina con tres naves. Junto al nuevo ábside se construiría un espacio dedicado a albergar el sepulcro de Juan Fernández de Heredia.

La tercera gran intervención en la iglesia se llevó a cabo a principios del siglo XVI, a partir de 1515, y en este caso tuvo mucho que ver con la iniciativa de Martín García Puyazuelo, obispo de Barcelona y caspolino, quien sumó su aportación económica a la del municipio y la parroquia (planta en verde). Destaca de esta intervención la creación de dos capillas gemelas cubiertas con bóvedas floreadas que se abren a las naves laterales, dedicadas a albergar los enterramientos del propio obispo García y de Jaime de Luna, respectivamente, además de la ampliación de la zona del transepto generando un espacio amplio y diáfano que recuerda al modelo de las hallenkirche o iglesias de planta de salón alemanas.

Esta ampliación implicó, de nuevo, el derribo del ábside anterior, así como del espacio sepulcral de Juan Fernández de Heredia, llevándose su sepulcro al lado meridional de la ampliación, la más cercana al convento (actual capilla del Santo Cristo).

El nuevo ábside se construyó en testero recto y muy poco profundo, debido a la cercanía del castillo y al trabajo que suponía excavar la roca del terreno para realizar las ampliaciones, y a su lado izquierdo se edificó una pequeña sacristía.

El edificio se completó en momentos posteriores con la adición de nuevas capillas. A finales del siglo XVI Domingo Cubeles, caspolino obispo de Malta, patrocinó la construcción de la capilla del Rosario, mientras que Domingo de Luna, “caritatero” de la catedral de Zaragoza, hacía lo propio con la capilla que da nombre al acceso meridional del templo. También en este momento se construye la nueva sacristía. Ya en el siglo XVII se construyó la capilla del Santísimo Sacramento, después “capilla de la reserva” y que actualmente alberga el museo parroquial.

En el siglo XVIII se construiría la capilla de la Veracruz para albergar la reliquia de la Veracruz de Caspe, el objeto religioso más importante de los conservados en la ciudad.

La Veracruz de Caspe está considerada uno de los restos más grandes conservados de la cruz en la que fue crucificado Cristo; objeto, por tanto, de una devoción que va más allá del ámbito local o regional. Estos fragmentos se conservan en un relicario de plata sobredorada del siglo XVIII cuyo pie fue sustituido tras la Guerra Civil al haberse perdido el original.

Dentro de este relicario se encuentra otro, una cruz pectoral de oro finamente trabajada y que deja ver los fragmentos de madera de la reliquia, y que perteneció al “antipapa” Clemente VII. Éste regaló el preciado objeto a Juan Fernández de Heredia, quien lo albergó en la capilla del convento anexo a la iglesia. Como hemos dicho, en el siglo XVIII se construyó la capilla que permitiría que fuera expuesta de forma pública, capilla barroca cuyo interior fue destruido en la Guerra Civil. Las obras llevadas a cabo entre 1991 y 2011 han permitido que la reliquia vuelva a exhibirse con las necesarias medidas de seguridad.

Otro de los objetos principales conservados en la iglesia de Santa María la Mayor de Caspe es el cáliz del Compromiso, utilizado en la liturgia de proclamación de Fernando de Trastámara como Fernando I de Aragón, dentro de los actos que pusieron fin al Compromiso de Caspe, y que se celebró frente a la portada del templo.

Se trata de un cáliz gótico de plata sobredorada, decorado con grabados y con esmaltes de gran calidad en los que se representan el escudo de la Orden de San Juan de Jerusalén, el de la familia Hernández de Heredia y la faz de Cristo, además de motivos florales. Esta pieza fue hecha traer desde Aviñón, donde se creó, a Caspe por Juan Fernández de Heredia.

 

FUNCIÓN

El edificio que contemplamos es concebido desde su origen como un espacio de culto religioso, aunque eso no ha impedido que a lo largo de su dilatada historia haya asumido otras funciones, dadas sus características constructivas y representativas.

Como templo religioso ha acogido distintas confesiones, pasando de ser mezquita a iglesia en los términos que hemos explicado anteriormente. También ha sido utilizado como bastión defensivo, encontrando en la historiografía autores que se lamentaban de que el templo “funciona más como fortificación que como iglesia”, y acogiendo en su cubierta una pieza de artillería durante las Guerras Carlistas. Sus capillas han sido utilizadas como cárcel en algunos momentos, y también fue lugar de celebración de reuniones durante el Compromiso de Caspe. Durante la Guerra Civil se convirtió en taller y almacén de vehículos.

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